Vecina chalaca vela por el diario alimento de los más necesitados
Los temidos Barracones del Callao.
Una de las zonas más temibles y picantes en toda la región chalaca. No solo tiene entre sus fauces a la crème de la crème del hampa chalaca, sino también habitantes, de la gran humanidad de Carmen Rosa Ticona Portugal.
Ella, una vecina chalaca que a sus 57 aguerridos años, levantó de la nada, y con sus propias manos, el comedor popular ‘Virgen de la Nube’, donde a diario acoge a más de 100 personas de extrema pobreza para brindarles, a módico precio, el pan de cada día que su pueblo reclama.
“Soy la tercera de once hermanos, fui criada por mis abuelos porque mis padres se separaron cuando tenía nueve años; en ese tiempo vivía en Bellavista. A los doce años vine a vivir a este lugar y desde ahí nunca más lo dejé. Aquí senté raíces porque siento que falta mucho apoyo de todo tipo. Ahora soy dirigente barrial, coordinadora de actividades de la zona B y coordinadora de Vaso de Leche de la zona sur del Callao”
Los temidos Barracones del Callao.
Una de las zonas más temibles y picantes en toda la región chalaca. No solo tiene entre sus fauces a la crème de la crème del hampa chalaca, sino también habitantes, de la gran humanidad de Carmen Rosa Ticona Portugal.
Ella, una vecina chalaca que a sus 57 aguerridos años, levantó de la nada, y con sus propias manos, el comedor popular ‘Virgen de la Nube’, donde a diario acoge a más de 100 personas de extrema pobreza para brindarles, a módico precio, el pan de cada día que su pueblo reclama.
“Soy la tercera de once hermanos, fui criada por mis abuelos porque mis padres se separaron cuando tenía nueve años; en ese tiempo vivía en Bellavista. A los doce años vine a vivir a este lugar y desde ahí nunca más lo dejé. Aquí senté raíces porque siento que falta mucho apoyo de todo tipo. Ahora soy dirigente barrial, coordinadora de actividades de la zona B y coordinadora de Vaso de Leche de la zona sur del Callao”
Saborear el hambre
Sin embargo, no siempre Carmen Rosa gozó de la estabilidad y del ímpetu de ayuda que hoy profesa. Desde un inicio, posicionarse en esa peligrosa zona para ella fue muy duro, e incluso consideró a la pobreza como una maldición.
Yo sé lo que es dormir llorando, renegando de la miseria y sufriendo por el hambre que me hacía muy larga la noche. Para mí, ser pobre también fue una maldición, porque nunca pude estudiar lo que siempre quise. Ser pobre sentenció mis aspiraciones”, dice muy apenada, mientras recuerda tristes pasajes de su vida.
Cabe anotar que Carmen aprendió desde muy joven a ganarse la vida. A los 16 años se fue a vivir con un hombro que le dio, según dice, “salvación a su soledad”. Sin embargo, y luego de tener dos hijos, entendió que no podía seguir dependiendo de alguien que no era capaz de conseguir el sustento diario para su hogar.
Sin embargo, no siempre Carmen Rosa gozó de la estabilidad y del ímpetu de ayuda que hoy profesa. Desde un inicio, posicionarse en esa peligrosa zona para ella fue muy duro, e incluso consideró a la pobreza como una maldición.
Yo sé lo que es dormir llorando, renegando de la miseria y sufriendo por el hambre que me hacía muy larga la noche. Para mí, ser pobre también fue una maldición, porque nunca pude estudiar lo que siempre quise. Ser pobre sentenció mis aspiraciones”, dice muy apenada, mientras recuerda tristes pasajes de su vida.
Cabe anotar que Carmen aprendió desde muy joven a ganarse la vida. A los 16 años se fue a vivir con un hombro que le dio, según dice, “salvación a su soledad”. Sin embargo, y luego de tener dos hijos, entendió que no podía seguir dependiendo de alguien que no era capaz de conseguir el sustento diario para su hogar.
Toda una luchadora social
Durante la conversación, Carmen Rosa nos confiesa que su sueño fue estudiar Trabajo Social, ya que siempre le gustó ayudar a las personas más necesitadas. Sin embargo, como ella misma dice, ser pobre la privó de este anhelo.
A pesar de ello, la falta de estudio no la desmotivó, y una vez instalada en su barrio, notó las grandes carencias en su comunidad, entre ellas la denominación como Asentamiento Humano, y la lotización de viviendas. Carencias que pudo aliviar cuando en 1986 logró, junto a sus vecinos, la lotización y el reconocimiento del “AA.HH. Marginal ‘Víctor Raúl Haya de la Torre’.
“Vi que mi barrio no progresaba en la parte legal y este atascamiento me dio el coraje para luchar por la propiedad de cada uno de mis vecinos. En el año 1985, asumí el cargo de Asistenta Social y en 1986 logré la lotización, después de 27 años, y el reconocimiento como ‘AA.HH. Marginal Víctor Raúl Haya de la Torre’. Posteriormente, en 1989, asumí como Secretaria General de mi AA.HH”, expresa orgullosa.
Durante la conversación, Carmen Rosa nos confiesa que su sueño fue estudiar Trabajo Social, ya que siempre le gustó ayudar a las personas más necesitadas. Sin embargo, como ella misma dice, ser pobre la privó de este anhelo.
A pesar de ello, la falta de estudio no la desmotivó, y una vez instalada en su barrio, notó las grandes carencias en su comunidad, entre ellas la denominación como Asentamiento Humano, y la lotización de viviendas. Carencias que pudo aliviar cuando en 1986 logró, junto a sus vecinos, la lotización y el reconocimiento del “AA.HH. Marginal ‘Víctor Raúl Haya de la Torre’.
“Vi que mi barrio no progresaba en la parte legal y este atascamiento me dio el coraje para luchar por la propiedad de cada uno de mis vecinos. En el año 1985, asumí el cargo de Asistenta Social y en 1986 logré la lotización, después de 27 años, y el reconocimiento como ‘AA.HH. Marginal Víctor Raúl Haya de la Torre’. Posteriormente, en 1989, asumí como Secretaria General de mi AA.HH”, expresa orgullosa.
¡A S/. 0.20 el menú, casero!
No fue hasta 1990 cuando, con el recordado Fujishock y la aguda crisis económica de comienzos de ese decenio, Carmen Rosa tuvo que buscar la forma de superar, junto a sus vecinos, las inclemencias de un temporal económico desfavorable. Fue por ello que con el apoyo de la Iglesia Católica, nació su comedor un 10 setiembre, con el introductorio precio de S/. 0.20.
“En ese entonces, las casas eran de esteras, palos y cartones; en esa forma comenzamos con 900 menús, nos levantábamos a las 5 de la mañana y al ver este trabajo el Ministerio de Salud nos apoyó con más alimentos. Fuimos premiadas como ‘El mejor comedor popular de la zona sur’, innumerables veces”, sentencia Carmen Rosa Ticona, antes de seguir con su diaria tarea de alimentar a más de 100 comensales que, así no tengan recursos, con su agradecimiento engrandecen el alma de esta una heroína anónima, que con el solo pago de una sonrisa, le da la mano a quienes la requieran.
No fue hasta 1990 cuando, con el recordado Fujishock y la aguda crisis económica de comienzos de ese decenio, Carmen Rosa tuvo que buscar la forma de superar, junto a sus vecinos, las inclemencias de un temporal económico desfavorable. Fue por ello que con el apoyo de la Iglesia Católica, nació su comedor un 10 setiembre, con el introductorio precio de S/. 0.20.
“En ese entonces, las casas eran de esteras, palos y cartones; en esa forma comenzamos con 900 menús, nos levantábamos a las 5 de la mañana y al ver este trabajo el Ministerio de Salud nos apoyó con más alimentos. Fuimos premiadas como ‘El mejor comedor popular de la zona sur’, innumerables veces”, sentencia Carmen Rosa Ticona, antes de seguir con su diaria tarea de alimentar a más de 100 comensales que, así no tengan recursos, con su agradecimiento engrandecen el alma de esta una heroína anónima, que con el solo pago de una sonrisa, le da la mano a quienes la requieran.
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