En aniversario de su muerte, cientos llegaron al Baquíjano para agradecerle por sus milagros
Perdurable devoción. Ayer, el cementerio Baquíjano y Carrillo del Callao se vio abarrotado de gente devota de Sarita Colonia por conmemorarse un año más de su partida. El pueblo chalaco, una vez más, llenó la capilla donde se encuentran los restos de la venerada difunta y ofreció ruegos y súplicas ante su tumba.
Al parecer la fama de Sarita Colonia ha trascendido la historia. Los creyentes transmiten fielmente a sus generaciones las convicciones que tienen acerca de la humilde joven fallecida en 1940, a sus 26 años. El factor de su muerte aún es un misterio.
Según su partida de defunción, esta santa popular habría muerto por un paludismo, sin embargo, su familia aseguró que murió por sobredosis de aceite de ricino. Las versiones quedarán para los anales de la historia.
Como sea, Sarita Colonia ha captado gran cantidad de seguidores quienes la visitan fielmente cada año. Ellos testifican que la santa popular, como algunos la llaman, les ha hecho grandes milagros, oportunos para sobrellevar los momentos difíciles.
“Desde hace 8 años aproximadamente vengo siempre cada 1 de marzo y 20 de diciembre a los aniversarios de Sarita Colonia. Soy infaltable en estas fechas, me vengo desde temprano, por esos días abandono la cocina porque toda la mañana y parte de la tarde estoy aquí. Son como mis días libres que tomo. Yo vivo en Pro, cerca a Comas, pero no me importa venirme desde allí con tal de celebrar junto a Sarita su aniversario”, afirmó una fiel devota.
Una señorita que hace milagros
Como una “señorita que hace milagros” la describió una seguidora.
“En todo lo que yo le pido, ya sea para que me sane de una enfermedad a mi o a mi familia, o para que me ayude en algún aspecto económico, ello lo hace. Para mí es muy milagrosa. El último que me hizo fue ayudar a que mi hijo pueda hacer un viaje a Europa. Yo le pedí, y le ayudó. Los papeles le salieron rapidito”, aseguró María Espinoza, otra adepta de la santa.
Asimismo, agregó que cuando su madre estaba grave, cogió un cuadrito de la Sarita Colonia y con él pidió que la sanara. Al poco tiempo la mujer estaba recuperada.
Todos sin distinción
En la congregación que se apostó ayer en la capilla de Sarita Colonia, se pudo apreciar muchas mujeres de escasos recursos acompañados de bebés e infantes, además de una regular afluencia de personas gays.
Según la tradición, fueron los estibadores del puerto del Callao los primeros en formar un grupo social para rendir culto a Sarita Colonia. Poco después las prostitutas, homosexuales, delincuentes y personas sin riquezas encontraron en ella la figura de una santa cercana a su propia realidad. Ellos comenzaron a venerarla, lo que al parecer no ha cambiado a pesar del paso de tantos años.
Regalos y desorden
Muchas personas que se aproximaban a rendir homenaje en el aniversario de su muerte, quisieron ser caritativos y no sólo llevaron arreglos florales para la decoración de la capilla, sino también regalos para los fieles, como calendarios con imágenes, retratos de la venerada, además de dulces y refrescos para los niños y mujeres.
Sin embargo, cada vez que se daban este tipo de acciones, la gente se conglomeraba y formaba gran desorden. Ni la llamada de atención de los guardias del cementerio fue suficiente en para apaciguar los ímpetus.
Este hecho molestó a algunos fieles, quienes se quejaron de las acciones de algunos seguidores.
“Cómo es posible que estén haciendo eso, ¿a qué vienen, a formar desorden por los regalos o por devoción a Sarita? Dan una cosa y corren como si no tuvieran. ¡Qué barbaridad! Uno viene aquí por devoción no a estar llevándose un pan o arranchándose las cosas”, criticó Doris Cáceres, una feligresa que no entendió la falta de recursos de algunos asistentes.
Capilla del agradecimiento
Las paredes interiores de la capilla de Sarita Colonia están abarrotadas de placas con nombres, direcciones y hasta fotografías u otros datos de quienes expresan su gratitud por algún milagro. Sobre una cripta descansa una representación de Cristo crucificado y a poca distancia hay una estatua de la virgen, próxima al santuario de vidrio de Sarita. Su imagen lleva puestos varios dijes, cadenas, pulsera, anillos, prendedores y otras joyas de oro y plata, dejadas por devotos que han necesitado expresar así su reconocimiento.
La fecha era propicia para demostrar la devoción que todo un pueblo tiene por una santa que representa a cabalidad la realidad de muchos peruanos.
No se sabe cómo murió Sarita, sin embargo, todos conocen que, desde donde se encuentra, apela por una causa justa, perseguida con mucho anhelo y esfuerzo por personas de nobles recursos como ella en vida.
Sarita Colonia no discrimina, y por eso millones de peruanos juran en su nombre cuando les toca afrontar alguna labor de fe: la santa de los pobres sí inspira esperanza, ella, a diferencia de otras santificadas, sí ‘pone’ a los peruanos.
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