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Chalacas y sus hijos viven en una casa de rehabilitación donde ellas son el principal sustento
Remar es una institución que tiene albergues en varias partes de Lima, sin embargo hay una muy especial en el Callao, donde conviven un promedio de 50 personas entre mujeres y niños, que día a día sacan adelante el hogar, con esfuerzo y con el trabajo diario de las personas que viven allí. Es una institución creada para albergar a personas que tienen diferentes problemas o que no tienen un lugar donde vivir. En el Callao funciona una de las sucursales de de esta institución, ubicada entre las avenidas Sáenz Peña y Guardia Chalaca, la misma que es una casa destinada a hospedar a mujeres y niños. Estas personas, al ingresar, asumen el compromiso de trabajar para si mismos, ya que no cuentan con un presupuesto para abastecerse. La persona que ingresa a este albergue, en primer lugar debe aceptar los retos que se les pone, como por ejemplo trabajar en conjunto, para llevar el pan a la mesa de todos los que viven allí. Compartir es uno de los principales requisitos. En el caso que sean menores de edad, la misión de los mayores es cuidarlos y darle las atenciones necesarias para vivir en paz y armonía. Janeth Rivera, una de las encargadas, cuenta que en su gran mayoría son mujeres que han soportado maltrato físico y psicológico, cómo chicas que han tenido problemas con las drogas y el alcohol. “Acá vivimos todos mezclados entre madres y niños maltratados o de las calles, incluso mujeres con problemas de droga y alcohol, sin embargo tratamos de convivir en paz. Cada uno tiene su historia y sus problemas, lo que nosotros hacemos es ayudarlos a rehabilitarse, con mucha paciencia. En este lugar según nos cuenta Janet la mayoría de estas mujeres han llegado golpeadas, solo con la ropa que llevaban puesta, con lágrimas en los ojos, pidiendo ayuda. Otras llegan por intermedio del Mimdes, debido a que son personas encontradas en las calles. Sin embargo la labor de todas ellas es sacar adelante el hogar, pues muchas tienen hijos que mantener. El hospedaje que se les brinda es solo para que no pernocten en las calles sin protección, mas no corren con los gastos de manutención. Cuando ingresan a este espacio, su compromiso es trabajar y ayudarse entre sí, no existe el egoísmo. Ellas salen todos los días a las calles con una lata de colecta pidiendo a la gente que las apoye o colabore con los niños de Remar, pues con ese dinero, pagan los recibos de luz y de agua. Otro grupo de madres salen a recorrer los mercados para pedir alimentos que pueden servir para el consumo. Aquí las mujeres y niños viven el día a día, no existe una logística fija, que pueda solventar los gastos. Dependen mucho de cuanto sacan por cada lata y por día. “Las madres nos dividimos en grupos, unas salen a la colecta, otras se van a los mercados a pedir alimentos entre frutas y verduras aún perecibles, como papa, camote, yuca entre otros. Con todo lo recolectado cocinamos todos los días. Lo que nos dan es bien recibido, pues tenemos que mantenernos. No vamos a dejar a los niños que se mueran de hambre”, manifestó una de las mujeres que vive ahí, quien no quiso revelar su nombre. “Nosotras vamos al mercado de frutas y pedimos que nos donen lo que para ellos ya no es servible, pero aún así es comestible. De esa fruta recolectada, escogemos las mejorcitas para que los niños la lleven en las loncheras. Pues la institución tiene una escuela, que es como un Wawa Wasi. Ellas a veces tienen que pasar por agresiones verbales por parte de los vendedores en los mercados, pero aún así se dan valor y siguen adelante, porque lo hacen con un solo fin, alimentar a sus hijos y a los niños que viven ahí. Sin embargo muchas de ellas tienen su historia de cómo llegaron al lugar. Janeth Rivera, la mujer que nos abrió las puertas, nos contó su historia. Ella como muchas mujeres en el Perú sufrió en carne propia el maltrato psicológico por parte de su pareja. “Yo vivía con mi hija de tres meses en la casa de mi pareja con mi suegra, pero el padre de mi hija se dejaba llevar por ella y fue ahí donde comenzaron los problemas. Comenzó a decirme palabras o frases agresivas, hasta que llegue al punto de no aguantar más y salí de esa casa y me fui en busca de ayuda para mí y mi hija, que ahora tiene un año de edad. Fueron momentos muy penosos, me sentía acorralada”, señaló. Otro caso por ejemplo es el de Jeason, un niño especial, que actualmente tiene 8 años, pero ingresó al albergue cuando tenía 3 años de edad. Su historia es diferente. Según cuenta Janet a él lo encontró la policía, cuando deambulaba por la calle, sucio, recogiendo basura. Cuando llegó al alberge rebuscaba en la basura, tenía una necesidad por rebuscar, no se quería bañar, le gustaba andar sucio, con ayuda de las madres que viven aquí, poco a poco fue perdiendo esa costumbre y ahora es un niño que se está rehabilitando. Elizabeth Cortés, es madre de una niña de un año y tres meses y siente que ha perdido parte de su vida con el alcohol y las drogas. “Consumí droga por 20 años, empecé con el padre de mi hija la mayor. En ese entonces era muy joven tenía entre 18 años, primero fue el alcohol, de repente empecé a probar la marihuana, me gusto mucho. No miento, invertí mucho dinero en esa droga, pero también probé la cocaína. Fue un circulo vicioso, yo me movía en un nivel muy alto, pero me di cuenta que era un mundo de mentiras. Yo he tocado fondo, porque llega un punto en que te preguntas que estás haciendo con tu vida .Yo estuve en un centro de rehabilitación año y ocho meses pero no me sirvió de nada. En un momento de su vida fue modelo, sin embargo confiesa que es un mundo frívolo y de apariencias, fue impulsadora, degustadora. Pero lo perdió todo por culpa de las drogas. “Yo siempre fui la ovejita descarriada, puesto que mi familia siempre me lo dieron todo pero no supe aprovechar” De otro lado, la ropa que usan es de la gente caritativa que les dona por que no tienen dinero para comprar ropa nueva. Lo curioso, es que ellas tienen prohibidos utilizar ropas de tiras, nada ‘provocativo’ pues están en proceso de rehabilitación. Casas de rehabilitación como esta, existen muchas en el Callao, sin embargo lo que tiene de especial Remar, es que son mujeres que tratan día a día salir a delante por ella mismas y sobre todo por sus hijos.

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