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Penal chalaco ya no aguanta ni un alfiler y reos conviven como pueden en condiciones inhumanas

Hacinada hasta decir basta, con pobreza y enfermedad dentro de sus vetustas y deterioradas instalaciones, el Centro Penitenciario del Callao, conocido por su anterior nombre de ‘Sarita Colonia’, se ha convertido en la apretada jaula donde más de 2500 internos pagan sus pecados conviviendo en condiciones inhumanas.

La prisión chalaca fue construida para albergar sólo a 572 reos y ahora puede más. Sus espacios libres se han convertido en verdaderos mercados donde cada uno vende lo que puede para sobrevivir y en sus reducidas ‘suites’, con un área de de 3 por 5 metros, pueden llegar a dormir 32 internos: aquí el ‘calor humano’ sobra.

El ‘Sarita Colonia’ tiene de santo sólo su nombre. El establecimiento fue erigido para albergar a los más bravos de la ciudad, los que ya no entraban en otros penales. Ahora, los reos de alta peligrosidad, junto a los comunes y extranjeros, viven en una jungla donde los enfrentamientos por alimento y cobijo no son cosa rara. A veces circulan sin rumbo y lamentan sus pecados, saben que salir es casi un sueño: rezan a diario por despertar de esa pesadilla de donde nadie lo quiere sacar.

La ‘jungla’ y sus territorios
En Cada zona del penal se cuenta, con distintas palabras, el mismo sufrimiento. En el pabellón de personas de adultos mayores viven ancianos de hasta 85 años. Ellos están enfermos, van en sillas de ruedas o con muletas y en sus cuartos, levantados para 30 personas, suelen dormir 80. Cansados, pero también resignados, aun recuerdan con tristeza su añejo pecado: la cárcel consume hasta al más bravo.

El lugar de máxima seguridad es de los más ordenados del penal, los propios internos mantienen la paz. Si alguien roba algo es sometido a tremenda paliza. Lo mismo para quien le falta el respeto a una mujer en los días de visita. Saben que si propician un ambiente amenazador nadie regresará y su vida será más tortuosa.

Quien no tiene a nadie que vele por satisfacer sus necesidades mínimas, debe recurrir a realizar múltiples actividades para conseguir dinero: pueden limpiar, reciclar botellas descartables o vender cualquier cosa que puedan conseguir. Hay mucho dinero circulando dentro de la cárcel: todo se compra y todo se vende.

El pabellón de mínima seguridad no es cosa distinta. Aquí los ladrones recurrentes o ‘choros monses’ pasan sus días de condena en una media tranquilidad. La ley de la calle se aplica, pero en el fondo saben que entre ‘causas’ es mejor cooperar para hacer más llevadera la condena.

El edificio de los extranjeros recibe en su mayoría a ‘burriers’. Las celdas son minúsculas, junto a las camas hay un silo que funciona a su vez como ducha. Donde se bañan hacen sus necesidades: sus días de diversión acabaron por un pase mal ejecutado.

Extranjeros inquilinos
Behs Willie, Nico Schaper y Anthonius Amie Delfstra son holandeses. Ellos (no juntos) intentaron sacar cocaína de nuestro país. Ahora viven en una encrucijada que no tiene cuando acabar.

“Yo estuve en Colombia, ya conozco, y no tengo miedo”, dice Willie quien espera salir antes de morir. No es exagerado, explica que la justicia peruana es incomprensible, y por ello no ve cuando pueda volver con su familia.

Anthonius se pasa el día lavando ropa. En la cárcel, como en la calle, la plata manda y para ello trabaja en lo que puede. Para Schaper el día no pasa lento, al contrario, siempre encuentra cosas que hacer: puede estar en el gimnasio, haciendo ejercicio, o trabajando algunas horas.

Los tres son responsables de delitos graves y reconocen que deberán purgar su condena en una cárcel terrible e inhumana. Pero, según dicen, no es posible entender un sistema de justicia donde se violentan derechos tan esenciales de manera tan clamorosa.

“Pagar por salir del penal, por papel higiénico, pasta de dientes, jabón, atención médica, celda y por obtener justicia, es inaceptable” refieren.

Pedido para administrarlo
Para acabar las condiciones inhumanas de los reos, el Gobierno Regional del Callao solicitó el pasado 20 de agosto al Instituto Nacional Penitenciario (INPE) le transfiriera la administración del penal ‘Sarita Colonia’.

Según dijeron fuentes oficiales, el objetivo de este pedido es trabajar un plan piloto donde se impulse una verdadera readaptación de los reclusos, una mejor alimentación, y la construcción de más pabellones para terminar con el hacinamiento.

Para ello, el INPE transferiría el presupuesto con el que actualmente cuenta, y la región Callao le agregará un presupuesto extraordinario de tres millones y medio de soles. Tal dinero, en teoría, creará condiciones dignas para los reos.

"La idea es que el interno salga readaptado y útil a la sociedad; por eso hice esta propuesta al nuevo jefe del INPE y aprovecho en hacerla públicamente al ministro de Justicia y espero que la evalúe", refirió en aquella ocasión Félix Moreno, presidente regional chalaco

Se informó que el pedido formal fue enviado a las citadas autoridades a través de un documento, sin embargo, aún no hay una respuesta concreta por lo cual todo, como en muchas ocasiones, queda en el ‘veremos’.

Vivir en silencio
Saben que no tienen derecho a reclamar pues sus pecados los condenan a vivir en miseria. Su arrepentimiento no devolverá la felicidad que quitaron a las personas, sin embargo, sintiéndose en el infierno, rezan porque las condiciones donde conviven mejoren y puedan sentirse como verdaderas personas. Mientras esperan, saben que deben vivir en silencio.

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